Mudá forma junto a San Cebrián de Mudá el espacio natural llamado Valle de Mudá, situado en Las Montañas palentinas.
La primera referencia a "Mudave o Mudá" es un privilegio otorgado por Fernando I en el año 1059. Documentos posteriores la vinculan a la abadía de Lebanza, aunque desde el siglo XIII formó parte del dominio de Santa María de Aguilar de Campoo.
A los habitantes se los denomina Mudadenses o mudenses, y su actividad principal ha sido la minería, si bien desde comienzos de 1990 las minas de carbón fueron cerradas.
Mudá tiene dos edificios significativos: la ermita del Oteruelo, un edificio románico de factura muy popular y de escaso valor arquitectónico, pero que data del siglo XIII; y la iglesia de San Martín, reconstruida en los siglos XVIII y XIX, pero que conserva restos de su primitiva fábrica románica (como la portalada de entrada que se aprecia en la fotografía), por eso está incluída en la ruta del Románico del Norte.
Por esa portalada pasaron nuestros antepasados Rebanal durante casi tres siglos: entre 1570 y 1850 aproximadamente. Lo curioso es que de análisis de los libros parroquiales se ve que la localidad siempre tuvo en torno a doscientos habitantes, y que los apellidos comunes siempre fueron 4 o 5: Rebanal, Molledo, Labrador, Vielba, Arto. Al menos los tres últimos se siguén conservando en la actualidad, desapareciendo por migración y por otras causas el nuestro sobre 1850.